martes, 30 de agosto de 2011

¡¡ Que retumben las campanas !!


Hoy es un día glorioso. Hoy será uno de esos días en los que echas de menos no tener nietos para contarles el hecho prodigioso que marcará mi vida a partir de aquí. ¡¡Madre mía!! Y como sé que os estáis preguntando... Y es bueno que os hagáis preguntas, muy bueno. Y como sé que algunas veces os he dejado con "la miel en los labios". Os lo voy a contar porque merecéis una explicación.

Esta mañana me he levantado (como todos los días) y he hecho lo que tenía que hacer en el cuarto de baño (prefiero no entrar en detalles que no vienen al caso), me he vestido, he bajado a desayunar, he desayunado sin tomate en la tostada porque he decidido que el tomate lo voy a tomar en días alternos. He ayudado a mi Cuqui a recoger la mesa, me he lavado las gafas de ver y... ¡¡Ay amigos!!

¡¡Que retumben las campanas!! que suenen todos los “gongs” de los Devas, que las trompetas más espirituales resuenen. Hoy, ME HE LAVADO LAS GAFAS DE SOL.

Que orgulloso estoy.

jueves, 18 de agosto de 2011

Margaritas llamadas inocencias.


Hace ya mucho tiempo (unos dos meses) un señor mayor (aunque tenía pelo y menos barriga que yo) me contó que en su pueblo a las margaritas las llaman inocencias. Claro, ante este comentario, como habréis podido imaginar, yo que soy muy inquieto intelectualmente, con mi sonrisa más... digamos que intelectual, le pregunté: “¿Por qué?”

El señor mayor me miró, se sonrió con esa sonrisa que tienen los señores mayores pero poco barrigudos y con pelo. Se rascó la nariz. Y aunque no quiero ser asquerosito, me pareció que, después, disparó con sus dedos, tal como hacen los chavales con las canicas, un pedacito de masa verde-verde. Ya aliviado, el señor mayor me volvió a mirar, se sonrió, y.... ¿que creéis que hizo el tío gorrino? Y no le llamo gorrino por lo del moco: no. Es que, volviéndome a mirar y cachondeándose de mí (porque lo de la sonrisita esa era de pitorreo), se dio media vuelta y se marchó. El tío gorrino. Y como le decía mi tía Concha a su amiga Amparito, susurrando de mi tío Amalio: “… Me dejó con la miel en los labios”