jueves, 21 de febrero de 2013

No hay que tener miedo a la muerte


Foto, libro y anotaciones propiedad de mi amigo y maestro Saturnino Sánchez, alias: Satur.


"... Comprender la Naturaleza es el único modo de hallar la paz de espíritu", decía nuestro amigo Lucrecio. No hay que tenerle miedo a los poderes sobrenaturales ni a la muerte porque el alma muere con el cuerpo, también parece que nos decía Lucrecio. Todo, todo, está compuesto de vacío y átomos.

 
Querido maestro, admirado Satur. He leído esta página del libro, del que todavía no me has dicho su título, varias veces. Con mucha atención, sin pestañear, volviendo a la primera letra del párrafo si me distraía, cosa muy común dado mis muchos años y mi poca sesera. Y mientras leía y volvía a releer me venían tus palabras y, asimismo, recuerdos de lecturas y conferencias de otros tiempos. Voy al google, dónde si no. Busco la palabra mágica: “Kalapa”. Y me llegan varias opciones y escojo la que está firmada por el maestro de  mi maestro Goenka: Sayagyi U Ba Khin. Como ya sabes, U Ba Khin es la autoridad indiscutible de la meditación Vipassana. Esta técnica de meditación viene de Birmania y encaja dentro del budismo Theravada, el más antiguo, el de las enseñanzas del Buda histórico: Gautama.

  




El Buddha enseñó a sus discípulos que todo lo que existe a nivel material, está compuesto por kalapas. Los kalapas son unidades materiales mucho más pequeñas que los átomos, que perecen casi tan pronto como surgen. Cada kalapa es una masa formada por los ocho elementos constituyentes de la materia: sólido, líquido, calorífico y oscilatorio; junto al color, olor, sabor y la esencia nutriente. Los primeros cuatro son llamados cualidades primarias, y son predominantes en un kalapa. Los otros cuatro son subsidiarios que dependen y surgen de los anteriores.

Un kalapa es la partícula más minúscula en el plano físico, aún más allá del campo de alcance de la ciencia contemporánea. Es, solamente, cuando los ocho elementos constituyentes se unen, que el kalapa se forma. En otras palabras, la disposición momentánea de estos ocho elementos constituyentes, que conforman una masa sólo por aquel momento, se conoce en el Buddhismo como kalapa. El lapso de vida de un kalapa es calificado como un “momento”, y se dice que un trillón de tales momentos transcurren durante un parpadeo del ojo humano. Estos kalapas están todos en estado de perpetuo cambio o flujo. Un estudiante desarrollado en la meditación Vipassana puede sentirlos como una corriente de energía.

El cuerpo humano no es, como podría parecer, una entidad sólida y estable, sino un continuum de materia (rupa) coexistiendo con la mentalidad (nama). Saber que nuestro cuerpo está formado por diminutos kalapas, todos en estado de cambio, es conocer la verdadera naturaleza del cambio o descomposición. Este cambio (Anicca) ocasionado por la continua descomposición y reemplazo de kalapas, todos en estado de combustión, debe ser necesariamente identificada como Dukkha, la verdad del sufrimiento.

Es únicamente cuando experimentas la impermanencia (Anicca) como sufrimiento (Dukkha) que llegas a la comprensión de la Verdad del Sufrimiento, la primera de las Cuatro Nobles Verdades fundamentales en la doctrina del Buddha. ¿Por qué? Porque cuando comprendes la sutil naturaleza de Dukkha, de la cual no puedes escapar ni por un momento, llegas a sentirte realmente asustado de, asqueado con y no inclinado hacia tu propia existencia como mentalidad-materialidad (nama-rupa), y buscas una forma de escapar hacia un estado que esté más allá de Dukkha, hacia el Nibbâna, el fin del sufrimiento.

Podrás experimentar el sabor de cómo es aquel final del sufrimiento, inclusive como ser humano, cuando alcances el estado de Sotâpana (quien ha entrado en la corriente), y cuando te desarrolles lo suficiente, por medio de la práctica, como para alcanzar el estado incondicionado del Nibbâna, la paz interior.

Sayagyi U Ba Khin”
 
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martes, 19 de febrero de 2013

2009-02-23 - India - Jaisalmer - Mercado de camellos


Pronto hará cuatro años que visitamos Jaisalmer, ciudad dorada del Rajastán, en la India. Alquilamos un coche con conductor y los cincos nos adentramos en el enigmático y soñado Rajastán. Salimos de Jaipur y por las carreteras malas y arenosas de esa hermosa tierra nos acercamos a la frontera con el Paquistán que es donde está Jaisalmer. Kilómetro a kilómetro las vacas y los burros cambiaban por camellos y por desierto.

Esos pocos días estuvimos cerca, de los guerreros rajastanís con sus pendientes y sus turbantes, de las mujeres coloridas y de las gitanas más coloristas aún. Los pobladores del Rajastán profundo son hospitalarios como ningunos, y alegres como todos los indios. Los disfrutamos. Visitamos el fuerte con sus callejas y su amarillo predominante. También nos refrescamos en el lago y disfrutamos con los cantes de mi amigo el bigotazos.... Y no se os olvide, éramos cinco españoles turistas: "Hay que ir sin duda al desierto, montar en camello y ver ponerse el sol". Y montamos en esos bichos feos y no vimos caer el hermoso sol indio porque estaba nublado.... Y dormimos en un hotel con compañía. Yo no tanto, pero dos de las muchachas, por la mañana, parecían paellitas de los granos que lucían por picaduras de ¿quién sabe quiénes?

Nos despedimos el 23 de febrero de 2009 de esa bella ciudad encaminándonos hacia Jodhpur para visitar su fuerte, uno de los más hermosos castillos que he visitado. Antes de llegar, nos paramos en un mercado de camellos. Y comprobamos que a los indios les encanta que se les haga fotos.

viernes, 15 de febrero de 2013

Juan Bravo y señora de verde.


Estaba el otro día hablando con Juan y... No sé. No sé si seguir porque ya me veo el cachondeíto. ¿Sigo o no sigo? De cobardes no hay nada escrito, muchacho. Cuéntalo.

El hecho es que el otro día estaba hablando con mi amigo Juan Bravo. Sí, el de la estatua... ¿Ya empezais con el cachondeito? ¿Es que uno no puede tener un amigo estatua?. Que no sigo ¿eh..? Bueno, vale. Perdonados. Me contaba él. Es que es muy hablador. A mí no me deja meter baza. Yo le escucho y ya está, me divierte. Me contaba algo que no sé si vais a creer pero en esto si que yo no soy el responsable. Yo os cuento lo que él me dijo.

Pues bien, mi amigo Juan dice que tiene un don con las mujeres. Y lo tiene desde hace poco tiempo, no os creais. Desde hace ciento cincuenta y tres años. Pues bien, él sabe, cuando ve a una mujer, si ésta tiene deseos carnales. Sí, sí. Él lo sabe.

jueves, 14 de febrero de 2013

Ortigosa del Monte - 2013-02-11


Agua fría, caliente, en cascada, remansada, pesada, dulce, salada, oxigenada, helada, en vapor, en granizo... en nieve.

El otro día, un amigo que tengo, que sabe mucho, me dijo que nosotros somos agua. Una parte grandísima de nuestro cuerpo es agua. Dos átomos de hidrógeno más uno de oxígeno. Y después me dice: el átomo está compuesto de núcleo y electrones. Yo no respiraba. Los electrones son muy pequeños y se mueven rapidísimamente. Casi, casi, como el niño pequeño de mi vecino, me imaginé. En el núcleo hay protones y neutrones. ¡¡Madre mía!! Pero ahí no queda la cosa. Cada protón o neutrón está formado por quarks. Tres quarks. Dos "up" y un "down". Todo vibrando. Todo moviéndose a grandísimas velocidades, me decía. De pronto, mi amigo se paró, me miró fijamente, y como no volvió a hablar, tuve que ser yo el que le preguntara.

--- Pero... Satur, ¿Supongo que los bichos esos... los electrones, no se moverán de la misma forma si el agua está tranquilita, o en cascada, o en vapor....? ¿Y si está helada...?

Hace ya unas semanas que no me telefonea.

martes, 12 de febrero de 2013

Ortigosa - Invierno de 2013


No me digas que no es hermoso. Dos hojitas maltratadas por el frío, por la nieve, por el aire tan fuerte de este pueblo. Dos hojitas que se aferran a la vida. Han decidido no abandonar el árbol.

Ayer, por la mañana, después de que por la noche esuviera nevando, decidí calzarme mis botas de niveve, ponerme mi "chupa" de invierno, mi gorra de siempre, mis guantes de fotógrafo, mi Olympus, y mis ojitos cotillas de fotógrafo que quiere cazar.

Salí al frio de la mañana. Bajé hacia El Berrocal. Los árboles parecían muertos, los prados sin vacas y con poca nieve. Empecé a fotografiar y a pensar. Cuando salgo solo, entre clic y clic, pienso. Y pensaba que ya estaba jubilado, y estaba bien. Visualicé mi vida de cuando trabajaba y cobraba un buen sueldo y ahora una pensioncita, y estaba bien. Sabía que hoy, ayer, era, quizás, el mejor día de los que tendrían que venir. No tenía dolores. Recordaba. Podía andar con pocas molestias en las rodillas, y todo estaba bien.

Todo fue perfecto al fotografiar estas hojitas.

domingo, 10 de febrero de 2013

Segovia


Segovia, originalmente cargada por Jesús Figueroa Salán.

Don Bernardo de Otero bajó de su caballo blanco. Le estaban esperando. Estaba amaneciendo y, aunque el frío hacia rechinar sus dientes, su corazón bailaba el ritmo que todos los que van a experimentar la verdad comparten.

Bernardo entró en aquella misteriosa iglesia, subió a la sala capitular por las escaleras de la izquierda. Le esperaban el maestro de ceremonias y los hermanos. Todos vestidos de blanco. En todos aquella cruz roja. Le desnudaron. Le pidieron que jurara cumplir con todas las reglas de la Orden. Le enseñaron y se fueron. Bernardo quedó solo. Subió a ese tercer piso, juntó sus piernas y sus brazos, se acurrucó, cerró los ojos, y se hizo amigo del tiempo.

Llegó el momento. Abrieron la puertecita de aquel útero espiritual. Le ayudaron a bajar. El Gran Maestre le abrazó, le lavaron y le vistieron con el manto blanco en el que aquella cruz roja vibraba. Hicieron entrar a Martín, se reconocieron, se abrazaron y ya nunca se separaron.

viernes, 8 de febrero de 2013

Paseo por Segovia - 2013-02-01


Paseaban un abuelo y su nieto rodeando el pantano. El abuelo, para divertir al niño, le estaba contando las historias de piratas que tanto le gustaban a Carlitos.

--- Abuelito, ¿Tú sabes por qué todos los piratas tienen un.... un...? Sí, eso del ojo tapado.
--- Se llama parche, Carlitos. Parche. El Capitán en una de las peleas con...
--- Abuelito, ¿y por qué tienen en la mano un... un…? Sí, el pincho.
--- Se llama garfio, Carlitos. Garfio. Peleando y peleando, un enemigo fue y....
--- Abuelito, ¿y todos los piratas tienen cicatrices en la cara?
--- No hijo, todos no. Pero la mayoría....

--- Abuelito, y si yo no tengo ni un parche en los ojos, ni un garfio en la mano, ni ninguna cicatriz, y solo me peleo con Juanito. ¿Por qué la abuela el otro día, cuando le estuve contando lo que le vi hacer papá a mamá en su habitación, me dijo... “Carlitos tu eres un Pirata”?