lunes, 10 de diciembre de 2012

Cosme el herrero y su burrito Troncho.


Dicen que un día, un hombre fuerte y alto, vecino de uno de los barrios del otro lado de la muralla, vino a Segovia a entregar unos trabajos que le habían encargado. Era herrero. Se llamaba Cosme y aunque ya tenía treinta y cinco años todavía andaba soltero por la vida.

Tenía pocos amigos nuestro herrero Cosme. Quizás la razón fuese porque ya nació sin poder llorar. Y, ahora, todavía, a su edad, ningún sonido había salido de su boca, abrigadita por un gran bigote pelirrojo.

Aquella mañana, Cosme subía por la calle Real de Segovia anticipándose a su burrito Troncho que portaba las rejas del encargo. El herrero siempre miraba hacia abajo al andar. No quería saludar ni que le saludasen. Pero hete aquí que la Fortuna quiso que un trocito de hoja se le metiera en la nariz y obligara a nuestro bigotudo pelirrojo a alzar la cabeza para estornudar. Cosme, con la cabeza hacia atrás, abrió los ojos y…. la bella Sirena apareció.

La miró. La miró. Se le olvidó estornudar. Troncho, su burrito, se paró. El tiempo, también, se paró para el rojo herrero. Su corazón latía fuerte. Latía. Pac-pac-pac-pac. Su respiración se aceleró. Su fuerte pecho subía y bajaba rápidamente. Abrió la boca…. Y….

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