martes, 28 de febrero de 2012

Universidad budista en Mandalay (Myanmar) - 2003


Me contaron que en un día soleado, cuando el Buda descansaba a la sombra de un árbol se le acercó un muchacho llorando desconsoladamente. El Buda le preguntó:

--- Qué te pasa muchacho, Por qué estás tan triste.
--- Se acaba de morir mi Padre.
--- A todos nos llega nuestra hora. Es la ley de la Naturaleza (le contestó el Buda).
--- Señor (habló el joven), sé que es usted muy poderoso y podría hacer una ceremonia, un ritual, o cualquier cosa para que mi Padre entrara en el reino de los cielos.

El Buda le observó, se compadeció del pobre muchacho que sufría tanto por la muerte de su padre, supo que con palabras no podía consolarle y le dijo:

--- Muy bien muchacho. Compra dos cántaros. Mete en uno guijarros y piedras y tápalo. El otro rellénalo con mantequilla, y también ciérralo. Luego échalos en ese estanque y me llamas.

El muchacho hizo lo que le pidió el Buda. Estaba muy contento porque el Buda iba a realizar un ritual para que su padre ascendiera a los cielos. Cuando echó los dos cántaros en el estanque llamó al Buda. Y éste, El Iluminado, le pidió al muchacho que con un palo grande rompiera los dos cántaros dentro del agua. Así lo hizo.

--- Dime, muchacho, ¿han subido a la superficie los guijarros y piedras?
--- No, Señor, ¿cómo podría ser posible?
--- Y dime ¿Se ha quedado en el fondo del estanque la mantequilla o ha subido a la superficie?
--- Señor, la mantequilla ha subido a la superficie. No puede ser de otra forma.

--- Muchacho, igual que las piedras se quedan abajo porque pesan más que el agua y la mantequilla sube porque pesa menos, así tu Padre ascenderá si sus acciones han sido livianas, buenas. Y bajará si sus acciones han sido pesadas, malas. Esa es la ley de la naturaleza.

1 comentario:

  1. No dejas de sorprenderme.
    En el fondo, todos necesitamos buscarle un sentido a los porqués incomprensibles de nuestra cotidianeidad.
    Hasta los escépiticos e incrédulos como yo, disfrutamos escuchando -o leyendo- cosas como ésta, si nos las relata la persona adecuada, en el momento oportuno.
    Y desde luego, siempre siempre es un buen momento para perderse por tu barrio y sonreir.

    Un beso enorme Jesús. O mil.

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