martes, 12 de junio de 2012

Se me apareció mi Angelita de la guarda




Dos amigos se encuentran. Llevan varios meses sin verse. El mayor, Juan el de la Dolores, ha estado pachucho. En cambio, a Benito el de la Puri se le ve muy bien, moreno, y gordito pero no tanto como en el otoño. Se sonrien. Juan pasa la cachaba a la mano izquierda para estrechar la mano de su amigo Benito. Los “quetales” y los “tirando” se disparan a discreción. Y es entonces cuando el de la Puri lecomenta al de la Dolores:

---  Si es que esta juventud ya no cree en nada, Juanito. No tiene valores. Todo lo que les cuento a mis nietos les entra por una oreja y les sale por la otra. Las dos guarras porque, esa es otra, nunca se lavan.
--- Qué me vas a contar a mi, Beni. La otra tarde casi me echan de casa cuando les volví a contar la historia de mi encuentro con mi Angelita de la guarda.
--- Buenooooo. ¿Te estás cachondeando?
--- ¿Tú también?. Pensaba que tú, al menos, dejarías que terminara mi historia.
--- Bueno, vale. Cuenta.
--- Fue el otro día, el sábado, después de jugar en la bodega la partida de la tarde que, por cierto, ganamos tres bazas. Al salir nos despedimos. Tiro por la calle de la farmacia. Voy despacio, ya me conoces. Incómodo por el dolor del lado derecho. Las tres copitas de coñac me habían jodido. Espero que pase el autobús. Cierro los ojos. Y la veo. Veo a mi angelita de la guarda. Morena. Blanca. Guapa. Sonriente. Se acerca. Me va a besar. Noto sus labios… Y llega un sonido casi angelical “nino – nino – nino”. Despierto en una cama del hospital, cuento que he visto a mi angelita y no me creen. Nadie me cree. Tendría que haberme llevado la cámara de fotos.

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Fotografía de:  Manuel Moraga    http://www.flickr.com/photos/m_moraga/
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