jueves, 4 de octubre de 2012

Mezquita de Suleiman el Magnífico en Estambul


Desde el hotel hicieron lo que les había recomendado la relaciones públicas. Cruzais la calle, llegais a la plaza, os encontrareis unas puertas muy grandes que son de la Universidad, a su izquierda sale un calle, bajad por ella y, sin problemas, encontrareis la mezquita.

Era por la tarde, todavía no se había creado la riada de gente. Faltaban dos o tres horas aún. Cuando cae la tarde y se han cerrado los comercios, con una rapidez digna de disfrutar de un buen té sentado en alguna de sus terrazas, la gente, casi en tromba, atraviesa la plaza de la Universidad para bajar por aquellas calles a coger los barcos que les llevarán a sus casas en Asia. Todavía era pronto.

Disfrutaron de esa magnífica mezquita. Bella, grande, llena de paz y de espiritualidad. Y se separaron cada uno para hacer fotos y orinar. Él se acerco al fondo de un jardín donde se divisaba el Bósforo. Y entonces... ocurrió.

No le creyeron cuando les contó que algún ángel musulman le elevó del suelo y allí, abajo, vió a unos personajes blancos con los brazos extendidos, una mano hacia arriba y la otra hacia abajo, la cabeza un poco inclinada. Escuchó una música hipnótica, les vio bailar. Sus faldas tenían vida. El ángel le bajó lentamente y él se incorporó rodando a esa comunión con los hombres que giraban... y giraban ...y giraban.... Aquello tardó una eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario