martes, 16 de octubre de 2012

... y ahora, me toca a mí.


Les dejé a los dos que siguieran desayunando y yo salí a la terraza del hotel a hacer fotos. Volví a entrar y me los encontré riendo descaradamente. Antonio, mi amigo, le contaba algo a Merche.

--- De qué os reís.
--- Antonio me estaba contando sus sensaciones del masaje de anoche. (Y continuaron las carcajadas de ella)

Aunque a Antonio le había dado hora para las 20:30 y a mí para las 21:00, bajamos juntos. En albornoz y con zapatillas entramos al Hammam. Ya nos esperaba el masajista turco del hotel. En perfecto castellano nos dijo que nos quitáramos los albornoces y nos cubriéramos con un “trapillo”. Entrad juntos: os lo voy a hacer a los dos, a la vez. Antonio y yo nos miramos pudorosos y entramos.

Era una sala redonda de unos 6 metros de diámetro con una cúpula preciosa. Todo de mármol blanco. Limpísimo. Mucho calor. Olía muy bien. Nos sentamos en unos poyetes. Abrió uno de los grifos de las muchas fuentes de la sala y, con un cubo, nos empapó con agua casi hirviendo. En la mesa redonda marmórea del centro puso unas toallas paralelas y nos indicó que nos tumbásemos boca arriba. Más cubos con agua muy caliente. El sonriente y fuerte turco se puso unas manoplas blancas. Peeling lo llaman los ingleses, exfoliación las españolas. Con el guante, pin-pan, pin-pan, zis-zas, zis-zas, delante, atrás, me trajinó primero a mí. Luego lo mismo a Antonio. Abrí un poquito los ojos y vi que en el guante había unas pelotillas negras. Antonio dijo que era del verano, del moreno, mierda cochina digo yo. Al terminar con él, empezó conmigo echándome espuma de jabón por todo el cuerpo. No puedo indicar la técnica porque yo estaba con los ojos cerrados disfrutando del calorcito, de lo limpito y del olor tan rico a jabón. Luego a Antonio. De pronto, aunque estuviera con él, sin avisar, me echaba un cubo de agua fría. ¡¡Guauuuuu!!. Todavía con mi traje de espuma empezó a manipular mi cuello, brazos, muslos… ¡¡Madre mía!! ¡¡No veas!! Luego a Antonio. Después de un buen rato cubos y cubos, a los dos, de agua caliente y fría. Nos levantamos como pudimos y, en otra sala, descansamos, cubiertos con toallas, casi media hora. Luego a la habitación y a dormir. ¡¡Madre del amor hermoso!!

--- Antonio me contaba que ayer, encima de la mesa, él estaba boca abajo con los ojos cerrados y escuchaba que tú decías en voz susurrante : ¡¡ahhh!!, ¡¡guauuuu!!, ¡¡uyyyy!! ¡¡madre mía!!, y que pensó: “Qué le estará haciendo a éste… y ahora, me toca a mí”

1 comentario:

  1. jajajajaja me muero por hacerme uno de esos :) os querria ver yo :D

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