martes, 3 de abril de 2012

Respirando.




------------------------------------------- CAPÍTULO 1 -------------------------------------------------------



Sube los tres escalones que separan su jardín de su casa. Está contento. Apenas hace una semana tenía que pararse dos o tres veces para andar medio kilómetro, y hoy el paseo lo ha disfrutado sin dolores. Su mujer sale sonriente a su encuentro. Qué tal, le pregunta. Hoy vengo contento, no tengo molestias, he dado la vuelta al pueblo y no me ha dolido. El “que bien” de su mujer le alegra aún más. Se adentra hacia la cocina a beber agua y lo ve encima de la mesa. Se le acelera la respiración pero pasa de largo. Cambian rápidamente las sensaciones corporales. Solo son cuatro o cinco pasos pero en aquellos pocos segundos es consciente de que ya no hay forma de volver atrás: “ya soy viejo”. Abre la nevera y saca la botella verde con agua que todas las mañanas se encarga de rellenar. Siempre le ha gustado fresquita. Cuando nadie le ve bebe a morro pero hoy no, hoy utiliza un vaso del fregadero y con parsimonia lo llena del agua fresquita de la querida botella verde. Despacito. No tiene prisa. Solo tiene esa sensación desagradable en el estómago como aquel día cuando de pequeño le dieron el puñetazo a traición. Con el vaso en la mano, sin dar todavía un sorbo, vuelve sus pasos y se aproxima al sobre. La esperada carta, la temida carta. Despacito se sienta. Ahora sí bebe un poquito de agua mirando el sobre. Su mujer observa todo pero no dice nada. Espera. Respira hondo. Federico deja el vaso, coge la carta, la abre con cuidado. Tres hojas. Sí. Estaba esperándola. Y empieza a leer: "… y su pensión será de (pocos) € brutos al mes..."

Las preguntas se le han acumulado con pocas respuestas. Su cabeza le dice que todo está bien, que tiene que comparar en positivo: hacia abajo; pero su estómago y su respiración proclaman lo contrario. Sonríe a su mujer, quiere que le vuelvan esas sensaciones agradables que traía al finalizar la caminata de la mañana, pero antes, en el cuarto de baño, al mirarse al espejo, un lagrimón le ha bailado por la mejilla izquierda. --- Qué me ha pasado. Hace apenas nada yo estaba dirigiendo un grupo de personas, en un gran proyecto para aquel banco importante. Tenía la consideración de mis jefes. Mis chavales me querían, me respetaban y hasta en algunos momentos me temían. Nunca gané muchísimo pero siempre hemos vivido bien. Compramos un pisito, luego otro mayor, y más tarde esta casa. El que mejor vestía de todos los directores era yo, seguro. Podría haberme comprado un coche con más apariencia pero nos decidimos por aquel Volvo que nos daba seguridad. Qué me ha pasado.

A Federico le quedan escasamente cuatro meses para cumplir sesenta y un años. Ya se puede jubilar. Está parado desde hace más de dos años. Lleva cobrando unos cuatrocientos euros desde hace unos meses y no le gusta. No le gusta vivir de la caridad. Él ha sido un profesional de prestigio y ahora está cobrando una mierda y dentro de unos meses él dice que cobrará mierda y media. Está desanimado. Dolorido. Tiene ganas de llorar. Con esos pocos míseros euros de la pensión no van a poder llegar a fin de mes, qué comerán, cómo van a pagar el gasóleo cada vez más caro, y el seguro de la casa y el del coche, y la gasolina para acercarse a la ciudad, repite y repite, pero no se lo dice a su mujer y ésta no quiere que Federico hable en estos momentos. Ella, Manoli, que le conoce desde hace más de cuarenta años sabe que esa sonrisa de su marido es más dolorosa que si llorará. Él sonríe, ella también. Él está preocupado por el futuro, ella está preocupada por su compañero de siempre.


--- Fede, cariño, no te preocupes. No es mucho pero saldremos adelante. Siempre lo hemos hecho.

--- Cómo vamos a pagar el gasoil para el próximo invierno.

--- He hablado con Antonio, el marido de Juanita, y me ha dicho que siempre sobra leña. Podemos ir con el coche y recoger algunos sacos para quemarla y no gastar mucho combustible.

Manoli se levanta, se acerca a Fede, le abraza y le da un suave y tierno beso en la frente mientras rodea su cabeza con los brazos y la acerca a su pecho. Federico nota que el cariño de su mujer le templa. Respira hondo de nuevo.








-------------------------------------------   CAPÍTULO  2  -------------------------------------------------------



Manoli, la mujer de Federico, es guapa. Tiene pocos años menos que él. El pelo blanco, la cara tersa, los ojos grandes, negros, luminosos. Es guapa e inteligente. Un cerebrito. La nota media en su carrera de químicas fue de 9. Tuvo encima de la mesa durante una semana una propuesta para directora de uno de los laboratorios más prestigiosos de los E.U. No pudo ser, decidió por estar al lado de su marido. Y no le importa. Toda la vida la ha dedicado a su Fede, a su amor de siempre. Lo conoció con 15 años y hasta hoy. Fede, cuando la tiene abrazada por las noches, al oído le dice despacito: Loli, eres mi Angelita de la guarda ¿lo sabes? Y a Manoli que le derrite ese “angelita” pronunciado por su hombre se apreta más a él todavía.

Se descompone cuando ve a Fede preocupado por el futuro incierto con una pensión tan baja. Daría lo que fuese por verle sonreír, por verle andar y silbar, como en estos últimos meses. Entiende que su marido esté preocupado por la situación pero tiene miedo a que renazca en él ese olvidado sentimiento de culpa. Ya han pasado doce años del maldito accidente. Y los nubarrones negros regresan.

En verano hará hace doce años. Un día de sensación de triunfo y poderío, Federico, de vuelta a casa, conduciendo su Volvo y pensando en la presentación del proyecto que mañana tiene que hacer a su cliente, no atiende al poste verde de su derecha que parpadea en amarillo y se empotra en el camión que cruza aquella calle conocida. La cerveza de las botellas rotas del camión de reparto se mezcla con los líquidos de su coche. Federico queda aprisionado. Las heridas de la cara que son las más aparatosas dramatizan la escena. Tardan los bomberos dos horas en sacarle del coche arrugado. Sus piernas tienen múltiples fracturas. Nueve meses en el hospital. Rehabilitación lenta y dolorosa. Vuelta al trabajo. Ya no es director. Ya no tiene poder personal, tiene sentimiento de culpa. Manoli deja su trabajo y está con él. A los dos años le despiden. Venden todo lo que tienen en la ciudad y se van al campo. Manoli nunca deja de estar con él. Pasan años de tristeza, de depresión. Poco a poco se recupera. Trabajos esporádicos. La vida de Manoli está en las caras de su marido por las mañanas, en las cojeras, en los dolores de sus rodillas. Manoli es feliz cuando Fede comienza a ser feliz, de nuevo. Hasta la jodía mañana de la carta de la pensión.







-------------------------------------------   CAPÍTULO  3  -------------------------------------------------------



Manoli no ha dejado de animarle en todo el día. Después del descafeinado de la tarde han salido a pasear. Hablan de lo poco que ha llovido este año y de lo que les afecta el polen. Tratan de todos los temas que hablan cuando pasean, pero no de lo que abate a Fede. Dura poco el paseo pero les ha venido bien. Entran en casa. Él se sienta en su sillón, ella a su cocina. Fede toma en sus manos el libro que lleva a medias. Se pone las gafas de leer. Abre el libro por donde indica el trocito de papel que sobresale. Se intenta concentrar en la lectura. Vuelve a intentarlo al darse cuenta de que ha pasado por tres páginas sin saber qué le ha pasado al protagonista de la novela. Cierra el libro. Se quita las gafas de leer. Piensa que tiene que cambiar de gafas porque al poco tiempo de lectura le duelen los ojos. Se recuesta en el sofá y descansa. Respira hondo.

Llaman a la puerta. Fede, en voz alta, le dice a su mujer que abre él. Se dirige a la puerta. Corre un poquito los visillos y sonríe al ver a su amiga Clavel. Cada día está más guapa. La nota algo diferente. ¡¡Ya!! Son las alas que han crecido un poquito. El pelo quizás un poco más largo pero tan rubio y rizado como siempre. Qué guapa. Fede baja las escaleras y en el jardín, después de decirle: “hola”, le da dos besos y un abrazo muy fuerte. Clavel no deja de sonreír también. Qué bien huele. Cómo definir el olor de una Angelita de la guarda. Angelical, olor angelical. Fede cede el paso a su amiga y se meten en casa. Clavel ha tenido que hacer un gesto sinuoso y muy… ¿femenino?, no, Angelical, eso, angelical, para cerrar sus alitas y entrar por la puerta. Llegan a los sillones, se sientan y Clavel, le habla:

--- Fede, Rafael, el Sanador, el gran Arcángel, me ha pedido que le acompañe en un viaje que tiene que hacer a oriente. Allí se están necesitando muchos cuidados, mucho cariño, mucha atención. Todos los alados somos bienvenidos. Pero lo mejor es que el gran Rafael nos deja que viajemos acompañados de un humano amigo nuestro. Y he pensado en ti.

--- ¡¡Madre mía!! Cómo te agradezco Clavel que hayas pensado en mí. Qué alegría. Y cuándo sería el viaje.

--- Ahora mismo.

--- Pero tengo que avisar a Manoli.

--- No te preocupes, yo lo haré.

--- Y… ¿cuántos días?, ¿Qué ropa me llevo?, ¿me tengo que vacunar de algo?, ¿el pasaporte?, ¿necesito dinero?, ya sabes que ronco y necesito una habitación para mí solo.

--- No te preocupes, querido Federico, descansa, prepárate para el viaje, déjame los preparativos a mí. Lleva la atención a la respiración, a tus ventanas de la nariz, observa la entrada y salida del aire. Observa, atiende. Y deja tus preocupaciones….

Federico se ve flotando al lado de Clavel, siente como le mece el aire, huele al olor indescriptible y sanador de su amiga Ángela de la guarda. El sol, a lo lejos, se pone colorado. La brisa le habla algo que no entiende. Dulces sonidos de la brisa que se quiere comunicar. Oye su nombre. Ahora más alto: Fede, Fede cariño. Es la voz de Manoli.

Abre los ojos y ve a su mujer que le llama: “Fede, ya es tarde, te has quedado traspuesto. Sube a la cama. Venga, cariño”

Y el que se va a jubilar mira a la dulce cara de su mujer. Respira hondo. Es consciente de que ha soñado con Clavel. Nota su cuerpo tibio y relajado. Se levanta poco a poco. Rodea el cuerpo de su Loli con sus brazos, la aprieta para sí, le da un beso fuerte y le dice: “Guapa”.


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7 comentarios:

  1. Sean cuales fueren las circunstancias, todas se revisten de importancia extraordinaria, cuando se presentan de esta forma; entre lechos de ternura y abrazos cómplices.

    Probablemente, para los que no tenemos claro que nuestro futuro pase por momentos como estos, saber que otros si pueden disfrutarlos, nos hace no perder la esperanza y seguir teniendo paciencia en el futuro y en las oportunidades que nos puedan llegar a una misma.

    No hay nada comparable... ¿qué puede hacernos más felices que un beso apretado de alguien que te lo regala de esa forma?

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  2. Llorando, me tienes llorando. Por lo bien que escribes, por tantas similitudes con una historia que me toca tan de cerca que podría ser la mía ... tengo que conocerte, conoceros a los dos, y abrazaros !!

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  3. Vaya, Jesús, aquí me tienes con un nudo en la garganta, emocionada con la historia de Fede. A pesar de que me quedan unos añitos para jubilarme, me he sentido identificada con el personaje y... se me caen las lágrimas.
    Por cierto, qué fotos de flores más bonitas! Viva la primavera, la esperanza de un mañana nuevo.

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  4. Nos ha emocionado y puestos muy tristes, leer este cuento que no es tan cuento, sino la cruda realidad de la vida que nos toca sufrir........Es difícil comprender como a la buena gente como Federico y Manoli obtienen tan mal pago en esta vida......Yo les diría a Fede y Manoli que el cariño y apoyo mutuo, además del familiar, es una de las mejores recetas para pasar estos malos tragos que nos hace pasar esta dura vida......Muchos besos y abrazos para los dos.

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  5. En esos momentos en que la realidad se hace tan patente que te deja indefenso, es cuando te das cuenta de la importancia que tiene una mirada cariñosa y unas palabras precisas que te arropan como un chal de lana dulce en invierno.

    Un abrazo para los dos.

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  6. Caray, Jesus, me lo he leido completo y me has emocionado! Casi, casi me estoy viendo en un espejo. La situacion actual no es la mejor, claro, pero siempre se sale adelante. Y es un poco mas facil en un pueblo que en una ciudad, lo se porque vivo en un pueblo. Un abrazo, Jesus, y en verdad espero que no sea un caso de la vida real.

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  7. Qué suerte tiene Fede de tener a su lado a Manoli.
    Qué suerte tiene Manoli de tener a su lado a Fede.
    Me decía hace unas semanas el taxista palestino que me llevaba al aeropuerto de Frankfurt, una vez se enteró que yo era español y después de confesarle que estaba deseando regresar a casa para estar con mi "Manoli" y mis dos "manolitos", lo importante que es tener una familia que te quiera, que te apoye, con la que disfrutar, con la que llorar......y que le daban pena los alemanes porque eran tan pobres que solo tenían dinero y grandes coches.
    ¿Quién dijo lo de la sabiduría de los taxistas?......

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