martes, 4 de octubre de 2011

Si no fuera por los finifes.


Sus bracitos los tiene apoyados en el alfeizar de la ventana de su dormitorio. Solo los mosquitos trompeteros y cabrones rompen la magia del momento. Disfruta de una de las últimas tardes de verano. Está ensimismada. Observa las luces reflejadas en el agua y desea fervientemente poseer los pechos, grandes y hermosos de la otra, de la Belucci. Y se entiende, claro. Y es que, hace ya unos meses, un inglés idiota le dijo que tenía los pechos pequeños. ¡¡Qué sabrán los ingleses de las mujeres y sus bustos!!

Mi Monica quiere ser mayor para operarse y gustar a John, el inglés. Nuestra Monica, tiene dieciseis años, es alta, delgadita, sus ojos son negros y su boca rosada y generosa. Es guapa. Es muy bella. ¡¡Nada!!. No hace caso a nadie. Ni siquiera cree a su primo Miguel cuando en la noche del sábado, en el vaporeto, atrás, solos, metió su mano grande debajo de la blusa de nuestra niña, acarició su pecho izquierdo, se quedó un ratito en su pezón gordito y sedoso, y le dijo: prima, déjame besártelos, tienes unos pechos preciosos. No le dejó. No le creyó. Pero su corazón cabalgó rápido y su piel y sus pelitos se erizaron.

Os voy a decir una cosa, pero no se lo digáis a nadie. De quien está enamorado John es de Miguel. Ella no lo sabe. Miguel lo intuye.

¡¡Zas!! Otra picadura. Más que mosquitos parecen vampiros. Mi tía los llamaba “finifes”.

1 comentario:

  1. Un degradado precioso.
    Y del cuento.... qué te digo? Es sorprendente. Te deja pensando en la estupidez de las niñas que antes de estar formadas quieren someterse a una cirugía... para qué....
    Además lo combinas con los mosquitos que siempre son capaces de distraer cualquier cosa seria, jajaja.
    Bravo. Me encantó.

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